A veces incluso hablaba a la almohada, susurraba indecorosas fantasías que su cerebro casi volvía reales. Era capaz de llorar de pasión, o de fingir un orgasmo. Aunque no sabía realmente lo que era un orgasmo, ni cómo se sentía. Era un teórico del placer. Un estudioso del amor.
Para acabar de torcerla, Memo y Camilo no habían venido a trabajar, el primero por estar de vacaciones y el segundo por haberse roto una pierna acomodando unas cajas en la bodega. Mi preocupación no era para menos, Araceli tenía fama de botar a los empleados a poco que inflingieran las normas de la administración, sin importar lo productivos que estos pudieran ser. Lo que me tenía sinceramente acojonado era que todos los días, durante las horas bajas, me ponía a navegar en Internet usando la computadora del privado. Esto no tendría nada de particular si no fuese porque, desde hacía ya un tiempo, me había aficionado a los relatos de la pagina www. El segundo sitio era una comunidad adonde los Autores, Lectores y Comentaristas de TR podían convivir, pasarlo bien, ayudarse entre ellos y aprender muchos aspectos sobre el arte de la redacción. Casi serian las P. Puede que nos tardemos un rato. Tenemos que hablar.
Es aparte. Aclaremos: el amor. No la relación venéreo. Siempre hay urbanidad.