No encontré sino a dos señoras. Las noches, en casa de mi tía transcurrían en una forma agradable. Dios se había complacido en colmarla con sus dones: su voz, encantadora de suavidad y de melodía, desarrollaba los sonidos con un método admirable. Un italiano que residió en Lima durante cuatro años, maravillado de esa voz divina, se consagró con entusiasmo a cultivarla y muy pronto Manuela superó a su maestro. Orbegoso y los oficiales que le rodeaban me parecieron de una completa nulidad. Vi también allí al famoso sacerdote Luna Pizarro. Me pareció que estaba muy por debajo de su reputación y lejos de tener tanta capacidad como Valdivia. Mostraba la pasión de un demoledor, pero no los planes de un arquitecto.
I, pp. Empezó poniendo tierra en aire, viajando para romper el hechizo que sujeta al alma a los lugares donde por primera vez se nos aparece el Amor. En cada punto donde Eva se detenía, sacaba el Amor su cabecita maliciosa y le decía con sonrisa picaresca y confidencial: «No me separo de ti. Vamos juntos. Pero al abrir la batiente, un anochecer que se asomó agobiada de tedio a mirar el órbita y a gozar la apacible y melancólica luz de la luna saliente, el rapaz se coló en la estancia; y si bien le expulsó de ella y colocó rejas dobles, con agudos pinchos, y se encarceló voluntariamente, sólo consiguió Eva que el amor entrase por las hendiduras de la pared, por los canalones del tejado o por el agujero de la llave. Furiosa, hizo tomar las grietas y calafatear los intersticios, creyéndose a salvo de atrevimientos y demasías; mas no contaba con lo advertido que es en tretas y picardihuelas el Amor.